Encontrarse con una lesión bucal en la práctica médica-odontológica se hace cada vez más frecuente convirtiéndose en un reto lograr el diagnóstico en un tiempo oportuno y brindar el tratamiento adecuado para la patología a la que nos estamos enfrentando. Justo allí comienza nuestra labor de investigadores tras la pista de un agente causal que en algunas ocasiones se presenta claramente pero en otras apenas nos muestra rasgos consecuentes de su paso por los tejidos de la cavidad bucal.
Utilizando la analogía del lenguaje, las patologías bucales también nos presentan un conjunto de señales que nos ayudan a entender lo que está pasando, constituyendo la información clínica un punto clave que nos orientará en la determinación de un diagnóstico presuntivo.
Con la descripción clínica detallada y precisa recolectamos datos importantes que nos facilitarán la identificación de la patología, entre los cuales tenemos: localización, color, forma, tamaño, consistencia (blanda, firme o dura), superficie, base de implantación y el tipo de lesión elemental.
Distinguir estos aspectos nos pudieran sugerir el tipo de tejido que está involucrado de acuerdo al sitio donde se encuentre, variaciones en el color (máculas) y/o espesor de la mucosa (placas), si proceden de planos profundos (nódulos), si son sólidas o presentan contenido líquido (vesículas, ampollas, pústulas), si por las múltiples proyecciones en su superficie tienen aspecto de coliflor (vegetaciones o verrugosidades) o si constituyen una solución de continuidad de la mucosa (úlceras, erosiones, fisuras), son algunos de los escenarios que reflejan las alteraciones estructurales y que también pueden dar muestras de la naturaleza infecciosa, reactiva, inmunológica o neoplásica que se está manifestando.
Recaudar esta información clínica de forma correcta no sólo puede orientarnos en el diagnóstico presuntivo, sino que también permite evaluar si la enfermedad se mantiene estática o sigue un curso evolutivo que repercutirá en el pronóstico.